18 septiembre 2013

The Drifter de Taylor Steele






Hoy por hoy y entre la mayoría de mis amigos soy relativamente famosa por ser la plasta que no soporta ir a la playa en verano, las conversaciones en las que los pobres intentan convencerme para ir son casi épicas. Desde aquí, y si me llegáis a leer, lo siento, se que lo hacéis de buena gana y siento también ser la alegría de la huerta al respecto, pero, de nuevo, lo siento, no soporto las playas de la zona de Barcelona. No puedo, me superan; esas masas de gente que necesitan sentarse bien cerquita, sacudirte toda la arena encima, poner la radio a tope y gritar en lugar de hablar, sumado al sol en mi cabeza... no es conductivo a mi buen humor. Y eso no tiene porqué aguantarlo nadie.

Con todo, supongo que resulta irónico que en realidad me fascine tanto el mar y que la playa me encante, pero no, no es un oxymoron vital, me encantan las playas. Crecer los veranos en la Platja Llarga de Tarragona, con kilómetros de arena para mis hermanos y para mi, la del Miracle donde apenas estábamos los pringaos de las lecciones de Optimist y nadie más, la casita de mis tíos delante de la arena o aquellas playas solitarias y desérticas que descubrí en algunos viajes (las negras de Islandia, las blancas de Australia), hace que a la que oigo regaetton tenga que darme media vuelta. Me he vuelto snob, prefiero hacer cualquier otra cosa antes que alimentar mis instintos asesinos, es una de mis grandes contribuciones ciudadanas. 

¿Se hacer surf? Leches, no, habré crecido en una playa pero el mediterráneo es una piscina para niños pequeños. De todas formas en ocasiones me encantaría aprender, así que paso épocas en las que me dedicó a tragarme documentales y demás sobre surf. ¿Me sirve de algo? No mucho, sigo sin saber hacer surf (pero a cambio se que tiene su origen en Hawaii que se llamaba 'heʻe nalu' y que era una expresión artística).

Lo primero que me atrajo de Rob Machado es su apellido. Es el apellido de mi poeta español preferido, así que no pude evitar acordarme de él. Con el tiempo descubrí que es uno de los profesionales de surf más famosos y respetados del mundo. Pero no únicamente del deporte en sí, Rob Machado se está convirtiendo en una especie de mito de un tipo de vida, heredera de esos viajeros románticos de antaño, un vagabundeo moderno en busca de olas. 

Y The Drifter (2009) tiene mucho que ver con eso.

La narrativa de The Drifter es muy, muy similar a los tópicos en los que se crea ese viajero romántico, que lentamente se aleja del ruido urbano en busca de una esencia o una comprensión, encontrando habitantes "nativos" por el camino. Grecia o España en el XVIII, Indonesia para el surfista moderno, no hablamos de nada nuevo. 

En todo este proceso es divertido leer las críticas y comentarios a The Drifter que se encuentran por internet (ese pseudo país), perfectamente válidos en algunos aspectos, si no fuera porque muchos huelen a envidia cochina. 

Los deportistas de élite tienen como material base su propia persona, su cuerpo y lo que éste puede hacer es su producto principal, ser consciente de eso y escoger una narrativa concreta para presentarse es esencial para muchos. Es algo que, además, hacemos todos en otros niveles. Mis piercings, mis tatuajes, la cámara de película que cargo conmigo siempre, las bolsas de tela que uso, los libros que llevo encima, los skynnies negros rotos que más me pongo, mis camisetas sencillas que uso, los pañuelos que últimamente me da por usar en el pelo, mis gafas... son elecciones conscientes de un tipo de personalidad que proyecto al mundo; una personalidad que muchos encajan en lo de hipster y que consideran falsa. Si no fuera que de guay tengo poco para empezar, luego siempre me pregunto ¿"Falsa" respecto a qué? Yo sigo siendo yo, no sabía que tuviera que rendir cuentas ante un tribunal invisible de aceptación como persona. 

Muchas de las críticas lo acusan dicen que "no es un documental, es una película", asumiendo que un documental no usa de elementos estructurales básicos a cualquier tipo de narración. ¿Hace falta que comente acerca de la absurdidad de tal creencia? Somos historias, nos creamos a base de historias, tanto las que empiezan como "érase una vez" cómo las que no, tanto las que explicamos a los demás como las que nos explicamos a nosotros mismos (mi snobismo asoma de nuevo). 

The Drifter es un producto heredero de toda una narrativa romántica del héroe a la deriva por caminos poco transitados. Si buscáis algo nuevo definitivamente no paséis por aquí; el atractivo reside, en este caso, en la formulación, en una voz distinta, en la creación de una imagen espectacular, maravillosa de contemplar. Pues, a pesar de que la narrativa pueda parecer manida, que después de años de estudiar como el héroe o la heroína se definen y defienden en caminos desconocidos... como una mosca a la miel me he ido a ver los paisajes de Indonesia, la gente, la naturaleza, lo que cuenta este tipo. La playa. 

¿Qué será que tiene el mar que, cómo el fuego, puedes estar contemplándolo horas sin cesar? 



PS: bla bla bla bla ¿y porqué tengo siempre la sensación de decir lo mismo? probablemente por que siempre digo lo mismo, *lesigh*. 

2 comentarios:

  1. Bueno, tampoco "Mud" cuenta nada nuevo, pero si el autor es lo suficientemente bueno logrará que veas lo mismo con otra perspectiva. O también, siguiendo con "Mud", que Mathew McConneghay me parezca un actorazo del copón, que eso ya era complicado.

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    Respuestas
    1. XD complicado es poco, la leche! McConneghay es una especie de robot facial!

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