16 febrero 2014

Breve 02: Hadas en las axilas


'She suddenly discovered what a beautiful deep cave her arm-pit made, and decided to keep fairies in it in future.'  Richard Hughes

Tenía la industriosa intención de, uno por uno, ir redactando entradas de los libros que he ido leyendo últimamente durante mi viaje. Pero el aterrizaje, aunque vaya a ser temporal, me está resultando en gran medida desconcertante, así que no me veo capaz de analizar con detalle todos y cada uno de los libros de este último mes.

Aún así, no quería tampoco dejar de hablar de las impresiones que me han causado pues, por alguna suerte inesperada, todos son merecedores de algún comentario que pueda inspirar a alguien a leerlo. Más de un comentario en realidad. Pero espero que estos breves sirvan para que alguien vea lo fantásticos que son algunos de ellos.






High Wind in Jamaica de Richard Hughes.

Hay libros que no sabes exactamente porque pero te agarran de alguna parte entre de la infancia y la cabeza y no te sueltan hasta que te han llevado por un curioso, extraño e irreal teatro de sombras. Quizás es porque cuando lo leía me puse enferma y un libro tiene tanto que ver con el libro en sí cómo con el momento en que lo lees, y en este caso las sombras se me hacen difusas, como los espejismos que el mar y el océano producen. Es difícil hablar de ellos en ocasiones, porque sin saber cómo el regusto que dejan es confuso y demasiado cercano. High Wind in Jamaica es cruel y de ensueño, como los niños que lo pueblan. Es una mirada a la naturalidad de la infancia como estado aparte y separado del mundo de los adultos. Ni por un momento te suelta y asienta raíces. 


1Q84 de Haruki Murakami.

Tenía 1Q84 en casa, pero cuando lo vi en el aeropuerto por no más de 10 euros y pensando en lo que tardaría en volverlo a tener en mis manos no pude resistirme y lo compré. Debían ser las 5 de la mañana y no había dormido nada, pero lo empecé con el mayor de los placeres, entusiasmada con la historia, enamorada del ritmo y del surrealismo de Murakami, caminando por los pasillos sin prestar atención a lo que me rodeaba y leyendo sin parar. Pero a pesar de la energía, el no haber dormido siempre se paga  tarde o temprano, y la novela parece que de repente pierde impulso… se encalla y aterriza de golpe. El resto se convierte en un ejercicio en paciencia, en lentitud y, en ocasiones, incredulidad. Murakami sigue siendo Murakami para mi, pero como me hubiera gustado coger un boli o unas tijeras y cortar, cortar, cortar a lo largo del último libro. 


The Quiet American de Graham Greene.

The Quiet American, como todo lo que escribe Graham Greene, un impacto directo al plexo solar. Todos sus textos resultan inesperadas maravillas que se introducen entre ciertos resquicios mentales que no sabías que tenías y te retuercen de arriba abajo. Quizás es la manera a la que accedo a ellos, siempre una recomendación confiada sin investigar mucho, probablemente es la inmensa capacidad literaria de Greene, capaz de prescindir de la fácil verborrea y aún así expresar, a pesar de que las situaciones en ocasiones si envejecen, una emoción directa y sincera. 


One Day in the life of Ivan Denisovich de Aleksandr Solzhenitsyn.

A Day in the life of Ivan Denisovich, un retrato de la vida en los campos de prisioneros rusos y al que a pesar de todo he llegado ha considerar, siempre dependiendo siempre del ángulo con el que te lo miras, como una historia optimista. Y suena a absurdo, si no fuera porque el absurdo viene de la realidad en la que se inspira y no tanto en lo que acabo de escribir. El proceso de leerlo, de acceder a el y, sobre todo, de seguir con él puede suponer una batalla, pero perseverar, seguir el día de Ivan hasta el final es uno de los procesos más satisfactorios e impresionantes que he experimentado en libro en los últimos años.


Victory de Joseph Conrad.

Nabokov opinaba que los libros de Conrad eran, por norma, sólo para niños, que se enfocaban en un mundo enlatado y polvoriento que estaba dejando de existir. Quizás por eso son una de mis pasiones culpables, me encantan. Siempre. Hablan de forma directa al explorador que siempre quise ser, al romanticismo de subir a un barco y perderte dirección a una de las islas de Malasia. Hay algo siempre  cómico en sus caracteres, una aguda capacidad de observación, secuela sin duda Dickensiana en los retratos casi de caricatura de sus protagonistas, pero, si alguna vez habéis ido, si que es cierto que hay algo caricaturesco en los expatriados europeos que pueblan Asia. Así como una obsesión meticulosa de la comunicación y su carencia, o quizás esa es mi lente, que no puede evitar ver en lo que lee, aspectos de sus propias obsesiones. 




[ Image by A Pair of Pears

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